Por una igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres

Desde que, en 1975, la ONU institucionalizara el Día Internacional de la Mujer, son muchos los avances que se han producido en el ámbito de la igualdad. Si nos centramos en nuestro país, Euskadi, el propio Parlamento Vasco es un claro exponente de dicha evolución. En el momento de su constitución, en 1980, únicamente contaba con cuatro mujeres sobre un total de 60 parlamentarias y parlamentarios; en la actualidad, 40 escaños de 75 están ocupados por mujeres.

Desde un punto de vista institucional, la aprobación de la Ley vasca para la Igualdad de Mujeres y Hombres, en 2005, supuso un punto de inflexión. Tuve la suerte de participar en su elaboración, y tengo que decir que éramos conscientes de su importancia. Se trata de una ley precursora que buscaba un cambio de modelo que permitiera remover las estructuras sociales, organizativas, los roles y las relaciones humanas en aras a un escenario donde las personas -mujeres y hombres- pudiéramos ejercer nuestra autonomía personal e individual en igualdad de condiciones.

Ha transcurrido más de una década desde su aprobación y los avances son incuestionables. Pero tan cierto como eso es que, en pleno siglo XXI, la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres sigue siendo un objetivo, lejos de ser una realidad.

Un objetivo que se desglosa en otros muchos: la visibilización y el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados que realizamos las mujeres, el fin de la brecha salarial y del techo de cristal, la lucha contra la violencia machista, la cotitularidad de las pensiones o las mejoras en las condiciones salariales de las mujeres, entre otros. Y eso es, precisamente, lo que reivindicamos este 8 de marzo.

Y para que esas metas se hagan realidad, el compromiso de las instituciones resulta imprescindible. Pero tan importante como la labor institucional es la implicación colectiva. Una de las claves de futuro radica en educar en igualdad porque –como recuerda Emakunde- “la igualdad se aprende. Enseña igualdad” y la educación es responsabilidad de todas y todos.

Si padres, madres, instituciones, escuelas, empresas… nos implicamos conseguiremos esa sociedad igualitaria que, hoy, reivindicamos. Una sociedad en la que todas las personas seamos libres para poder desarrollar nuestras capacidades y tomar decisiones sin limitaciones impuestas por los roles tradicionales en función del sexo. Una sociedad en la que se tengan en cuenta por igual las necesidades, aspiraciones y conductas de mujeres y hombres. Yo, por mi parte, me comprometo a seguir trabajando por ello.

Bakartxo Tejeria Otermin

Presidenta del Parlamento Vasco

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