25 ene. El futuro del euskera
Markel Olano Arrese (Parlamentario de EAJ-PNV)
La idea de que el euskera es una lengua impuesta en nuestro país está bastante arraigada en partes importantes de nuestra sociedad. Dicha supuesta “imposición” se visualiza, por ejemplo, en el momento en que los y las ciudadanas vascas que no hablan euskera ven mermados sus derechos a optar a puestos de la administración pública. En este sentido, algún responsable político de gran relevancia ha llegado a afirmar que si él tiene que elegir entre los derechos lingüísticos y los derechos sociales, siempre priorizará estos últimos.
Claro. Si llevamos esta cuestión a una colisión de derechos, el conflicto político y social está servido. Pero mi intención está en las antípodas de ese escenario; es más, creo que existen condiciones objetivas para que podamos abordar la cuestión de la normalización del euskera de un modo muchísimo más constructivo, positivo e inclusivo. Basta con interiorizar una serie de factores de gran importancia e intentar cambiar nuestra mirada.
El primer factor que deberíamos incorporar es el de la gran desigualdad que existe entre el euskera y el castellano (o el francés) en términos sociales. De facto, para vivir en nuestra comunidad autónoma o en Navarra el castellano es una lengua de uso obligatorio, el euskera, sin embargo, es de uso opcional. Realmente no hace falta saber euskera para vivir con normalidad en nuestro país. De hecho, eso es precisamente lo que ocurre con aproximadamente el 70% de nuestra ciudadanía, que no habla euskera y que puede desarrollar su vida con normalidad.
Además, no podemos olvidar que las interacciones en las que participa ese 70% de la ciudadanía no pueden ser en otra lengua que no sea el castellano (o el francés), por lo que las posibilidades de los hablantes vascos se reducen de un modo considerable. Este hecho tiene unas consecuencias realmente importantes debido a que, como recordaba Bernardo Atxaga, las palabras (y las lenguas), no se parecen al jabón. Cuanto más utilizamos el jabón, tanto más se reduce y se gasta; las palabras, en cambio, cuanto más se usan tanto más se enriquecen. Por lo tanto, las lenguas, cuanto menos se usan, más se agotan.
Eso es precisamente lo que ha está ocurriendo con las nuevas generaciones: que están siendo educadas en euskera pero que, en muchos casos, no tienen la oportunidad de practicar el idioma fuera del entorno escolar. Esa limitación debilita su competencia lingüística, lo cual, a su vez, lastra las condiciones para que usen el idioma.
El fomento del uso del euskera se convierte así, en un objetivo fundamental para su pervivencia. Cuanto más se use, más vascoparlantes competentes habrá, los cuales, a su vez, tendrán más predisposición a utilizarlo. Ese es el círculo virtuoso al que debemos aspirar como país.
Hay otros factores que están lastrando la recuperación del euskera. Por apuntar dos, destacaría la llegada creciente de migrantes de todo el mundo que nos enriquecen como sociedad pero que en su mayoría tienen como referencia la lengua castellana y, por otro lado, la transformación en los hábitos de consumo cultural debido a la globalización.
Nuestra lengua ha demostrado una sobrada capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos. Por ejemplo, la convicción que expresaba Unamuno de que el euskera no podía “acomodarse a la vida moderna” y que “una obra de ciencia, de filosofía, de alta elucubración es imposible en vascuence” quedó en ridículo tras el proceso de unificación del euskera y la puesta en marcha del sistema educativo vasco. Por lo tanto, debemos mantener la confianza en la capacidad de nuestra cultura y de nuestra lengua para hacer frente y superar todos los obstáculos que se le planteen: el euskera puede ser y ha de ser un instrumento de cohesión social y de integración de las y los inmigrantes.
Todo ello nos traslada a un escenario en el que necesitamos establecer una estrategia integral en cuyo seno deben ponerse en marcha en paralelo distintas acciones (centradas en el ocio, el mundo del trabajo, los contenidos culturales, etc.), cuyo objetivo común debería ser el fortalecimiento del binomio uso-competencia.
Para dicha estrategia es imprescindible pactar un nuevo consenso social y político que aborde el proceso desde el diálogo, la empatía, la colaboración y el respeto.
Si realmente queremos construir una sociedad cada vez más cohesionada, debemos luchar en contra de todo tipo de desigualdades. Por eso es importante defender los derechos de las mujeres, de los más necesitados y también de los hablantes euskaldunes. Los derechos no deben entrar en conflicto, hay que respetarlos y defenderlos.
La desigualdad en la que se encuentra nuestra lengua no va a poder superarse sin un salto cualitativo que modifique las condiciones actuales. Sin un esfuerzo colectivo decidido la desigualdad iría incrementándose, poniendo en serio riesgo la supervivencia de nuestro idioma.
Sin embargo, la inmensa mayoría de nuestra sociedad comparte el objetivo de normalización del euskera y ve con buenos ojos los esfuerzos que se han realizado para su logro. Ese es un magnífico punto de partida para labrar nuevos consensos sociales y políticos.
La revitalización del euskera en el siglo XXI no es un objetivo partidista, sino la tarea de todo un país que quiere preservar la columna vertebral de su identidad. El euskera no es la única lengua de los vascos, pero es la lengua que solo los vascos poseen. De nuestra lengua milenaria hagamos, entre todas y todos, un euskera para todo y un euskera con futuro.
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