JOXEBA

Hoy cumple 65 años Joseba Egibar Artola. Según sus propias palabras se jubila laboralmente, pero no en su vocación política. Lo lleva en la sangre. Estamos ante un líder político que ha participado activamente en los momentos más cruciales que ha vivido nuestro pueblo en las últimas décadas y que conecta con una saga de burukides de EAJ-PNV que han liderado Euskadi desde comienzos del siglo XX.

Tras quince años de una desgraciada crisis interna, el nacionalismo vasco se reunifica en 1930. Tan solo cuatro años más tarde un joven Juan Ajuriagerra asume la responsabilidad de liderar el Bizkai Buru Batzar, justo a las puertas del acontecimiento histórico que marcará a toda su generación y el devenir de nuestro pueblo: la guerra civil de 1936.

En el imprescindible libro que Eugenio Ibarzabal dedica a Ajuriagerra (“Juan Ajuriagerra. El Hermano Mayor”. Erein, 2019) se constata el indudable liderazgo que el burukide bilbaíno ejerció durante largas décadas y en momentos absolutamente críticos como la guerra civil, el Pacto de Santoña, la clandestinidad, el nacimiento de ETA o la transición.

El liderazgo de Ajuriagerra no se sustenta, en mi opinión, en el “poder” que pueda ostentar en diferentes ejecutivas de EAJ-PNV o en las instituciones, sino en la “autoridad” que se ha ganado por su compromiso con la causa vasca y por su inquebrantable lealtad con sus compatriotas. Ajuriagerra es una persona que, junto con el Lehendakari Jose Antonio Agirre, toma la máxima responsabilidad en los momentos más agónicos y asume las consecuencias de sus decisiones hasta el punto de sacrificar su propia vida. Era lo que tocaba en aquellos tiempos.

Xabier Arzalluz toma el testigo de la mano del propio Ajuriagerra en la década de los 70.  En un proceso gradual a partir de 1971, Ajuriagerra forma con Arzalluz y Retolaza un núcleo duro que garantiza la continuidad de la autoridad construida fundamentalmente en la guerra civil y la clandestinidad, y su transmisión a una nueva generación. Arzalluz es muy consciente de quién es Ajuriagerra y cuál es la importancia de la generación que le tocó liderar.

Xabier admiraba y quería profundamente a Juan. Hasta el punto de que necesitó un tiempo para poder dedicarle un artículo de opinión cuando falleció. Para Arzalluz y su generación Ajuriagerra era simplemente “Juan”, del mismo modo en que a lo largo de la transición y las décadas posteriores, en nuestro partido Arzalluz era simplemente “Xabier”.

La autoridad de Xabier Arzalluz se fundamentaba sobre una capacidad intelectual asombrosa, es evidente, pero, sobre todo, en su asunción de las riendas del proceso de reconstrucción y de liberación de nuestro Pueblo. Era lo que tocaba, en un contexto en que la puesta en marcha del sistema institucional vasco estaba en mantillas y en el que tanto desde poderes muy importantes del Estado español como desde el mundo ligado a ETA se pretendía hacer descarrilar dicho proceso.

Cuando en 1987, tras la durísima escisión del PNV con la creación de EA, Joseba Egibar fue elegido presidente del Gipuzko Buru Batzar, dirigió la reconstrucción de la organización y de llevarla de nuevo a liderar las principales instituciones del territorio.

Joseba Egibar comenzó a ser conocido como Joxeba a secas en la organización de nuestro partido en Gipuzkoa. Su autoridad se extendió al conjunto del país de la mano del propio Xabier Arzalluz, el cual fue asignándole, a partir de 1992, responsabilidades cada vez más importantes en la interlocución de EAJ-PNV con el mundo de la izquierda abertzale sin olvidar el peso de Gorka Agirre en ese proceso. El protagonismo creciente de Joseba en el Parlamento Vasco (fue portavoz del grupo parlamentario a partir de 1998) contribuyó a construir y fortalecer una figura indiscutiblemente nacional.

La conexión entre Arzalluz y Egibar fue estrechándose en el tiempo no solo en cuestiones relacionadas con la búsqueda de la paz, sino en todo lo referido al futuro político del Pueblo Vasco. Cabe destacar que a partir de 1995 surge una nueva figura, Juan José Ibarretxe, que desde la primera fila institucional formula una radiografía demoledora de la salud del autogobierno vasco. La praxis sistemática de los diferentes poderes españoles de socavar nuestro autogobierno impulsa a EAJ-PNV a definir una estrategia en la que el derecho del Pueblo Vasco a decidir su propio futuro se establece como pilar fundamental. Joseba Egibar fue la persona que, junto con el ya Lehendakari Juan Jose Ibarretxe, lideró este proceso. Era lo que tocaba.

En paralelo, la evolución de la izquierda abertzale encontró en el proceso de paz de Irlanda del Norte, en palabras del Padre Alec Reid, una “pista de aterrizaje” para finiquitar lo que se convirtió de facto en la razón de su existencia: la lucha armada.

Dos contenidos del Acuerdo de Viernes Santo (1998) abrieron una oportunidad para impulsar un proceso de paz en Euskadi: el principio de que el estatus constitucional de Irlanda del Norte vendría determinado por el deseo democrático de las poblaciones de Irlanda del Norte y de la República de Irlanda, por un lado, y el compromiso por el uso de medios exclusivamente pacíficos y democráticos. Joseba Egibar fue la persona que representó a EAJ-PNV en el Acuerdo de Lizarra-Garazi. Dicha oportunidad no cuajó, desgraciadamente, pero puso las bases para la futura desaparición definitiva de ETA.

La apuesta que EAJ-PNV realizó a partir de 1998 supuso esfuerzo colectivo que no fue leído del mismo modo en el conjunto de la organización de EAJ-PNV. Por ello, cuando, de la mano de Xabier Arzalluz, Joseba Egibar mostró su disposición a aceptar la presidencia del EBB, el Partido se decantó en 2004, tras un duro proceso, por la elección de Josu Jon Imaz para tal responsabilidad.

Pero la autoridad de Joseba no se diluyó. En primer lugar porque mostró su lealtad inquebrantable con nuestro partido, asumiendo una situación de minoría. Y, en segundo lugar, porque representa y personifica una sensibilidad de nuestro partido que mantiene todo el corpus doctrinal acumulado a lo largo de las últimas décadas.

Y es que las personas cambian, pero las necesidades se mantienen. Nuestro pueblo ha de realizar una serie de apuestas que respondan a las transformaciones que se están produciendo en todo el mundo y también en nuestra propia nación. Dichas apuestas requieren, en mi opinión, principios firmes y liderazgos adecuados a los tiempos que corren.

Joseba Egibar es un modelo en el que se verán reflejado los futuros líderes del nacionalismo vasco. Un eslabón en una cadena que no se ha interrumpido y que no se interrumpirá jamás.

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