
24 ots. Por la libertad y por una paz justa para Ucrania
Luke Uribe-Etxebarria Apalategi, Senador EAJ/PNV
Este 24 de febrero se cumplen tres años desde el inicio de la guerra de agresión de la Rusia de Putin contra Ucrania. Una guerra injusta e injustificada. Tres años de violencia, brutalidad, terror y destrucción contra Ucrania y el Pueblo ucraniano.
Putin invadió Ucrania bajo la llamada “operación militar especial”. Moscú esperaba que fuera fulminante. En realidad, y eufemismos aparte, se trataba de una guerra imperial abierta que, desde entonces, ha causado cientos de decenas de miles de víctimas, huidas forzosas y refugiados, niños y niñas deportados por la fuerza, destrucción y crisis energética y económica.
Rusia y sus dirigentes son los únicos responsables de esta guerra y de sus consecuencias mundiales, así como de los graves crímenes cometidos. En un futuro, será necesario que rindan cuentas, incluso por el crimen de agresión.
A pesar de todas las atrocidades y sufrimientos, Ucrania y el Pueblo ucraniano se mantienen firmes, luchando con enorme heroicidad y sacrificio humano y material en favor de su libertad y de su derecho a existir y a decidir su futuro, que lo quieren europeo. El heroico pueblo ucraniano está demostrando fortaleza y determinación en la defensa de su territorio y en la lucha por su libertad y los valores y principios europeos. Sin embargo, tras tres años de guerra, Ucrania vive quizás su situación más crítica.
La llegada nuevamente de Donald Trump a la Casa Blanca y la consiguiente -y la ya anunciada- paralización del apoyo político y militar de Estados Unidos a Ucrania, así como el inicio de negociaciones para la búsqueda de una solución sin contar con Ucrania ni con la Unión Europea está provocando que Putin se sienta cada día más crecido. Bien apoyada por sus aliados de China, Irán y Corea del Norte, Rusia se siente cada vez más fuerte en su pulso contra Europa y Occidente.
Ucrania y el Pueblo ucraniano son los que más y de manera más directamente están sufriendo las consecuencias de la guerra imperial de Putin. Sin embargo, esta agresión militar pone también en juego la seguridad – en sentido amplio- del conjunto de Europa y de la Unión Europea, incluida Euskadi, y de sus principios y valores. Pone en solfa la democracia, las libertades, el derecho de los pueblos a existir y a decidir sobre su futuro, el proceso de construcción europea y, en buena parte, el orden internacional.
Los ucranianos, de manera muy especial, y los vascos y los europeos somos pacifistas y queremos la paz. Desde la cuna, los nacionalistas vascos de EAJ/PNV -no sé otros-, hemos sido educados en la paz, en el humanismo, en el respeto a las personas y en la convivencia. Pero eso no significa que seamos ingenuos y que la UE, que es un proyecto tributario de la paz, no deba disponer de instrumentos de disuasión para defender los derechos humos, la democracia y nuestras libertades. Es más, venimos pregonando desde hace mucho tiempo que la UE, superando la cicatería de los Estados, debe dotarse de una verdadera política de Seguridad y Defensa que preserve nuestros valores y principios y que la convierta en un auténtico actor global en este mundo tan desordenado. Y que para ello, muestre voluntad política y emplee la imaginación e innovación política y los instrumentos jurídicos necesarios para que eso sea una realidad.
Aunque Ucrania se sitúe a más de 3.000 kilómetros de Euskadi, los vascos debemos comprometernos, ser solidarios y defender como antaño la libertad de los pueblos frente al nazismo, la imposición y la barbarie de la guerra. Debemos ser muy sensibles al sentimiento de temor y miedo a la Rusia de Putin que anida en los corazones de millones de europeos que viven muy cerca o son colindantes a las fronteras rusas, porque pueden ser sus siguientes víctimas. Igualmente, al hecho de que países, como Suecia y Finlandia, que habían hecho de su neutralidad una seña de su identidad nacional, hayan ingresado en la OTAN por ese mismo pánico.
Por todo ello, resulta una aberración incomprensible e incoherente que la izquierda abertzale defienda, por ejemplo, la justa causa del pueblo palestino, pero se oponga a ayudar el pueblo ucraniano o muestren su devoción por el dictador venezolano Nicolás Maduro, como hacen reiteradamente una y otra vez. De hecho, coincidieron con Putin en calificar su guerra como una “operación militar especial”. Hay que defender la diplomacia y ser pacifistas, pero no “pacifistas de salón”, ni caer en la tentación de convertirse en un “Chamberline”. Ni hacer prevalecer preferencias ideológicas por encima de los derechos fundamentales para todas las personas y para todos los Pueblos. En su silencio cómplice, sería muy interesante que la izquierda abertzale manifestara alguna opinión sobre la acción “pacificadora” de Trump, a quien ya felicitaron por su victoria en 2016. Por nuestra parte, nosotros seguiremos defendiendo principios como la paz justa, la libertad, el respeto y el reconocimiento entre los pueblos y a su libre decisión para determinar su futuro, tanto en Palestina, como en Venezuela o Ucrania.
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