Un PP radical y sin complejos

Se dice que Jose María Aznar ha vuelto políticamente al PP. Y es cierto. Pero no el Aznar de 1986 que reivindicaba el “centro reformista” y la “moderación” y que le condujo a ganar por mayoría absoluta las elecciones generales del año 2000. Sino, curiosamente, el Aznar caracterizado por la radicalidad y la intransigencia de su segundo mandato, que tuvo su continuidad durante años a través de la FAES, planteándole incluso una nítida oposición a su propio partido.

De hecho, la vuelta de Aznar ha supuesto borrar de un plumazo el período anterior, que considera un “mal sueño” que ha desdibujado sus verdaderas señas ideológicas e identitarias. Y todo esto lo ha hecho no sólo con la complicidad del nuevo presidente del PP, Pablo Casado, sino con su pleno convencimiento. Porque Casado no es distinto de Aznar. Todo lo contrario:  Casado es Aznar, como éste último se ha encargado de recordar estableciendo un paralelismo vital y político entre ambos.

La comunicación gestual y simbólica tiene su importancia a la hora de constatar todo esto, como se ha podido comprobar en la pasada Convención del PP. Pero más allá de estas circunstancias, a la hora de extraer diversas conclusiones, resulta más revelador y determinante leer o escuchar sin intermediación alguna el discurso de Pablo Casado en la clausura de dicha cita.

Así, nos encontramos ante un PP refundado ( o “fundido”, como dice un amigo mío), con todo lo que ello implica de renegar de algunos aspectos de su pasado más reciente. Tratan de taponar la fuga de apoyos a Vox de una manera políticamente infantil e irresponsable: asumiendo sin titubeos su agenda y su discurso ultraderechista, fanático y sectario. Al parecer, ignoran las condiciones que les llevaron a obtener amplias mayorías, a conocer que siguen perdiendo sufragios por el centro político y que, incluso en situaciones de polarización, el centro político es la base del liderazgo para concitar confianza.

Se constata un PP más ultranacionalista, si cabe. Me sigue resultando inadmisible que los nacionalistas españoles (incluidos el PSOE y Cs) sean los únicos nacionalistas en Europa que afirman no serlo. Con el agravante de que esos partidos ven plasmada su ideología en un Estado que pretende ser por los siglos de los siglos una Nación única e indivisible, imponiendo su supremacía política, legal y coercitiva a Naciones como la vasca, aspecto que nunca hemos consentido democráticamente. Lo peligroso de todo esto es que supeditan la democracia, la libertad y los derechos humanos a la “unidad de España”. Una “unidad de España” que califican de “bien moral”, como lo hizo Franco y como hace unos años también lo afirmara un obispo de Madrid, en una de las aseveraciones más insoportables de la Iglesia Católica española.

Se percibe un PP ultraliberal, que invoca a la Escuela Económica de Chicago de Stigler y Friedman y que propugna una reducción del papel del Estado en la sociedad y en la economía convirtiéndolo en residual, una economía monetarista, una desregulación acusada renunciando a las medidas correctoras y compensadoras de los desajustes que provoca el mercado y una bajada masiva de impuestos, que precisamente representan la solidaridad social de las personas y empresas. Es decir, todo lo contrario de una economía social de mercado, de la irrenunciable justicia social y del imprescindible principio de la igualdad de oportunidades, elementos todos ellos que son la base de las sociedades modernas, desarrolladas y cohesionadas.

Y un PP negacionista de la realidad democrática del Derecho a la Libertad o del Derecho a Decidir del Pueblo Vasco, llegando incluso abiertamente a rechazar el cumplimiento de una Ley y de un Pacto Político como es el Estatuto de Gernika. Nos podemos preguntar si, por esto, algún juez como Llarena estaría en disposición de abrir un proceso penal por rebelión contra todos aquellos que llevan casi 40 años incumpliendo nuestro Estatuto que, según dicen, forma parte del “bloque de constitucionalidad” del Estado español. O si el Tribunal Constitucional pudiera declarar “inconstitucional” dicho incumplimiento, añadiendo las correspondientes consecuencias jurídicas por esta actitud.

No sé qué piensan los miembros vascos del PP. De lo que sí estoy convencido es de dos cosas: la primera, que la realidad del PP les desenmascara en su pretensión de aparecer como moderados y centrados; y, la segunda, que tienen que ser consecuentes con la voluntaria pertenencia a un partido donde las grandes estrategias y decisiones se adoptan en la “Madrid política” y muy lejos y en sentido opuesto a los intereses y anhelos de Euskadi y de los ciudadanos y ciudadanas vascas.

Luke Uribe-Etxebarria Apalategi

Parlamentario vasco de EAJ-PNV

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